
Comprar un vibrador en una ciudad como en la que vivo es arrastrarse a locales asociados al Gremio de la Caspa, y en las que la mujer es sólo el complemento de acciones y fantasias masculinas. Son locales oscuros, marginales, que, consciente o inconscientemente, llevan el sello del sexo como pecado mortal, y la marca indeleble de lo reprochable, lo vergonzante, lo sucio.
Internet me arroja imágenes de sexshops en otras ciudades en las que el disfrute del sexo es algo limpio y desable. En las que hay, incluso, establecimientos orientados a las mujeres, modernos y apetecibles.
¿Tan difícil es cambiar?
Internet me arroja imágenes de sexshops en otras ciudades en las que el disfrute del sexo es algo limpio y desable. En las que hay, incluso, establecimientos orientados a las mujeres, modernos y apetecibles.
¿Tan difícil es cambiar?